Sobre qué bases se sustenta el éxito de las empresas hoy en día? El éxito de una empresa pasa en gran parte por su habilidad para manejar a sus recursos humanos. Un recurso humano que por su naturaleza tan cambiante y dinámica no puede ser tratado de la misma forma como solía hacerse hace “apenas” 5 años.
Este concepto muta constantemente, quizás hasta “violentamente” por lo que se hace indispensable una postura adaptativa, flexible que acompañe este movimiento. La buena gestión del talento humano es una de las cualidades indispensables que tiene que tener el gerente actual.
Este requisito le acercaría indiscutiblemente al éxito, sin embargo también es una de las más complicadas cualidades que hay que fomentar. Para ello, primero hay que crecer personalmente, convertirse en un verdadero líder sensible a las motivaciones humanas y a la vez humilde, sobretodo para reconocer cuándo otros están mejor cualificados. Como ocurre con frecuencia.
Este último punto adquiere suma importancia cuando analizamos que el propio gerente es también un ser humano con experiencias y vivencias que le han forjado un carácter pero que eventualmente puede sentirse vulnerable ante la competencia de su propia plantilla o de las vicisitudes del día a día.
La forma cómo el gerente encara estas vulnerabilidades y complejos, puede ser la clave y marcar la diferencia entre una buena o mala gestión. El no gestionarlo de manera adecuada, generaría frustración, clima inadecuado, desmotivación…y una alta rotación de personal.
Este tipo de situaciones es más notorio en empresas pequeñas del tipo familiar con estructura piramidal, donde el jefe no necesariamente tiene la experiencia y preparación necesaria para serlo, habitualmente es un emprendedor, un familiar o hasta un profesional contratado sin un proceso de selección adecuado. Lo importante es que muchas veces no tiene los argumentos suficientes para canalizar estas situaciones e intenta evadir y escudarse asumiendo comportamientos extremos que pueden ir desde un perfil autoritario que utiliza el miedo, las amenazas y la manipulación para conseguir sus objetivos; hasta comportamientos inseguros, contradictorios y/o sin carácter que siguen la corriente de los empleados para evitar conflictos.
Es necesario entender que las formas de dirección han cambiado y siguen cambiando. Esto es una realidad, ya no es a través del control y la autoridad como mejor se gestiona, sobre todo cuando se trata de personas cualificadas que al percibir estas actitudes, se reprimen de toda posibilidad de desarrollar su talento dentro de ese lugar y en consecuencia, se aburren y emprenden nuevamente una búsqueda hacia un mejor horizonte profesional.
En cualquiera de los casos, esta situación puede atenuarse a partir del momento en que el gerente toma conciencia de ella y la interioriza. Luego comienza un proceso de aceptación donde se comprende que ser gerente no implica ser la persona que sabe más o que es más capaz, sino simplemente la persona que organiza y canaliza los recursos para lograr los objetivos deseados. Finalmente este autoconocimiento genera una serie de procesos internos que se traducen en una mejor autoestima.
Y esta es la clave: LA AUTOESTIMA. Cuando una persona se siente bien consigo misma, no necesita fingir, sabe que cuenta con las herramientas suficientes para enfrentar las situaciones de su día a día, fluir en su trabajo y contagiar a otro con su autoeficacia. Esa persona es más auténtica, consigue inspirar a los otros. Esa persona es más Gente.
Por eso, antes de ser Gerente hay que ser Gente.