Resulta curioso darse cuenta de cómo varía la idea del tiempo en cada uno de nosotros. Esta es una variante que depende de la percepción del sentido de urgencia y de la responsabilidad que se haya forjado cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida.
Por lo tanto, algunas personas prefieren vivir al límite de sus posibilidades, dejando todo para última hora, sintiendo la adrenalina como impulso, mientras que otros organizan su tiempo y su espacio del cierta manera que a través de la planificación consiguen un ritmo para ellos coherentes que a su vez les permite manejar plazos de entrega previamente fijados sin ningún problema.
Nos relataba un profesional del área de proyectos que una de las situaciones que más le llamaba la atención era la naturaleza "Urgente" de todos los pedidos que recibía. No sabía por qué, pero le daba la impresión de que estaba generalizada la costumbre de "dejar todo para última hora". Para este gerente, la palabra "URGENTE" estaba asociada con ambulancias, sirenas y hospitales; por eso, no podía entender cómo era posible que absolutamente todos los pedidos tuviesen este carácter de excepción.
Después de muchas angustiosas entregas, fue cayendo en cuenta que en realidad no existían dichas "emergencias" y que sus clientes siempre quedaban sorprendidos por la "velocidad" con que les respondía. Los clientes de este empresario comprendieron entonces que no era necesario pedir las cosas con tanta premura, porque "siempre cumpliría". Sobra decir que las relaciones comerciales fueron mejorando considerablemente con el tiempo.
A modo de conclusión, nos comentaba que desde su punto de vista, esta forma de establecer transacciones comerciales era el resultado de una completa falta de responsabilidad de la mayoría de los profesionales y prestadores de servicios que intervenían en su sector y que quizás se atrevía a extrapolar a muchos otros sectores de nuestra economía.
Nos resulta muy interesante esta aportación porque efectivamente en nuestras empresas existe esta declaración de urgencia de la que hemos hecho referencia, los clientes, independientemente del sector, exigen plazos de respuesta muchas veces descabellados, si tomamos en cuenta que no son los únicos a los cuales se les presta un servicio.
Si bien es cierto que la unidad de negocio y el mantenimiento de los clientes es una de las tareas de mayor prioridad, también es cierto que, dependiendo de nuestros criterio de EXCELENCIA, deberíamos reeducar a nuestros clientes por medio de la confianza que les trasmitamos, siendo siempre coherentes con lo que ofrecemos y lo que otorgamos. Sin perder de vista que si queremos sobresalir, es recomendable que hagamos énfasis en lo siguiente:
* Seamos sinceros con nosotros mismos y con nuestros clientes a la hora de establecer objetivos y fechas. Es contraproducente engañar a un cliente para ganar una licitación.
* Seamos sinceros con nosotros mismos y con nuestros clientes a la hora de establecer objetivos y fechas. Es contraproducente engañar a un cliente para ganar una licitación.
* La excelencia y la responsabilidad es un valor que nos debe distinguir por encima de todo y de todos. Debemos saber identificar lo que tenemos que hacer y entonces actuar en consecuencia, estableciendo las prioridades que sean necesarias. Aunque algunas veces no lo veamos claro, esta forma de ser es clave para forjar empresas sólidas y duraderas.
* Dado el caso de no poder cumplir con lo prometido, debemos siempre dar la cara e informar con anticipación suficiente para adelantarse a posibles inconvenientes. Los clientes lo entenderán y agradecerán.
* Hagamos uso de la empatía. Tratemos a los clientes como nos gustaría que nos trataran a nosotros mismos.